Parece todo un placer esto de las siestas montañeras, pero la realidad es que te levantas con el cuerpo entumecido y con muy pocas ganas de echar andar de nuevo.
Además, sólo son recomendables cuando hace buen tiempo, pues en pleno invierno, o en excursiones con nieve, mejor ni intentarlo, pues puedes hasta coger una hipotermia.
Ahora, en las gratas tardes de verano, o en el apacible otoño senderista, una siestecita después de los "ganyips", el plum cake y las "pastas M", puede ser tan saludable como aquello de "Hey chavá, nos jasemo unas p..., pero sin mariconadas ¿eh?".
En la foto, vemos a unos cuantos "Tigres" echando un sueñecito en el Puig Estela, de la Serra Cavallera, en Abril de 1.991.
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Es curioso que esta práctica tan sana de hacer la siesta no ha sido para nada una cosa usual en la montaña. Más bien al contrario, parece ser que la montaña te llena de adrenalina y no te da pie a pensar en planchar la oreja.
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